Ya Extraño a Tristán
Ayer, viendo reir y jugar a Tristán, casi rompo en llanto.
Fue un momento trágico y a la vez opresivo. Y no es que haya pasado nada malo, al contrario, Tristán estaba feliz, luchando por librarse de mis brazos y comenzar a gatear por la cama. Pero fue la realización de que esos momentos nunca más serían. Eran ahora y nunca más volvería yo a experimentar esa manera de ser de Tristán. El expresarse tan claramente con sus risas, sus gestos y sus enojos. Tan claro como si hablara y dijera “tengo hambre, tengo sueño, abrázame”. Y al pensar en que en unos meses más sería otro Tristán, un Tristán distinto, uno que ya habla, uno que ya camina, uno que ya no es tan dependiente de nosotros, que es un poquito más autosuficiente, me hizo extrañar ya al Tristán de hoy, al Tristán pequeño, al Tristán que no habla y que con una mirada expresa tanto. Al Tristán al que todo le sorprende y le llama la atención. Al Tristán que puedo cargar, bañar, abrazar y besar.
Ya extraño sus bracitos alrededor de mi cuello. Sus bracitos alzados pidiendo que lo cargue. Su manita diciendo adios por primera vez y por segunda y por decimoquinta vez. Ya extraño eso porque, después, ya no lo tendré, al menos no de la misma manera que ahora. Será el mismo Tristán y a la vez será otro Tristán, con otras maneras de expresarse, un Tristán distinto al Tristán de ayer.
Al inicio me parecía que le tomábamos demasiadas fotos a Tristán. Hasta compramos un disco duro externo nada más para poder almacenar el interminable flujo de fotos y videos que diariamente le tomábamos. Pensaba que cuando Tristán fuera grande nos diría: “Ay papás, se pasan (o la frase que se usen en esos días), para qué me tomaban tantas fotos, ni que fuera fenómeno. Estaban obsesionados conmigo.” Jaja, bueno, algo así. Pero de lo que me doy cuenta ahora es que no le tomamos fotos para que las vea él. Las tomamos nosotros en un vano intento de retener el tiempo. De atrasar lo inevitable: su crecimiento. El dejar de ser un bebé bonito para convertirse en un niño y luego en un adolescente y un adulto.
Las fotos y los videos que le tomamos son para nosotros, para nosotros nada más, para ayudar a la memoria a recordar los momentos que fueron y que ya no son. Para recordar los momentos donde Tristán era nuestro absolutamente. Para recordar sus maneras de expresarse sin palabras. Para recordar esos momentos que son a cada segundo y que se te escapan entre los dedos conforme suceden.
Y en eso radica la tragedia: el saber que conforme saboreas ese momento que es deja de ser y se vuelve recuerdo, pasado. Y eso lo hace más amargo y a la vez más dulce. El saber que está pasando (dejando de ser) lo hace único y maravilloso. Tratas de sentir en todo tu cuerpo su risa, su llanto, su berrinche. Tratas de que te impregne para que dure más. Como si fuera un perfume del que te pudieras bañar. Pero en el fondo sabes que pasará y quedará solamente el difuso recuerdo idealizado. Como el leve aroma del perfume en la noche que te recuerda al de la mañana pero que sólo es una sombra.
Por eso extraño a Tristán, por eso trato de sentir cada risa de él en todos los huesos de mi cuerpo. Para que dure más esta etapa. Después solamente tendré las fotos y los videos para recordarlo como es ahora.
Te extraño Tristán.