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Aniversario 2a Parte

El 25 de noviembre cumplimos 1 año de casados. Hace un año fue la boda religiosa y la fiesta. La mejor fiesta de mi vida. Creo que nunca la olvidaré. Tantas cosas en tan pocas horas. A veces pienso que ese día duró como 50 horas. :D Todo empezó desde días antes. Aline se fue a casa de sus papás para salir de allá. Yo me quedé en la casa (ya vivíamos juntos desde la boda civil). Todo mundo decía que nos lo tomáramos con calma, que era normal que algo no saliera bien. Contaré la parte que me toco vivir. De lo que pasó en casa de los papás de Aline sé poco. El día anterior me dormí tarde leyendo slashdot como si fuera un día normal, aunque en el fondo sabía que no era un día normal. Revisé por última vez qué me faltaba por hacer y eran tantas cosas que preferí no pensar en eso hasta el día siguiente, el día de la boda. Al día siguiente llegó mi familia de Puebla. Iván llegaría más tarde. Llamé a casa de mi mamá para ver cómo iba todo. Mi traje estaba en casa de mi mamá, de ahí íbamos a salir en procesión hacia la iglesia. En la mañana Álvaro me ayudó a llevar las últimas cosas al jardín donde iba a ser la fiesta. Yo todavía no me bañaba y a Aline ya la estaban arreglando. Se acercaba la hora y yo todavía no grababa el CD con la música para nuestro primer baile. Le llamé a Aline para preguntarle cuál poníamos, de las tres finalistas que logramos recolectar después de mucho esfuerzo. No nos decidimos, así que grabé las 3 canciones. No se ni dónde quedó ese CD. Álvaro me esperaba afuera de la casa para llevarme a casa de mi mamá donde yo me arreglaría. Nos despedimos por el momento. Él iba a jugar un partido de fútbol (para variar) y después de eso se iría a la fiesta. Yo necesitaba algo así para relajarme. Aunque todos nos preguntaban conforme se acercaba el día si estábamos nerviosos, la verdad era que no lo estábamos. Pero cuando llegué a casa de mi mamá y encontré a toda la familia de Puebla atareados, como hormiguitas antes de la lluvia, comencé a contagiarme del nerviosismo de ellos. Comenzó a ser real lo que hasta el momento habían sido sólo planes. De repente caí en la cuenta de que el día había llegado. No había comido todavía, así que me dijeron que si quería comer. Dije que sí. “Apúrate que se te va a hacer tarde y aún no te bañas”. “Tranquilos, no pasa nada, hay tiempo”. Y nos pusimos a comer, mientras los demás se vestían y perfumaban. Y yo con la calma como si fuera domingo en la tarde. De repente, sin aviso, todo comenzó a avanzar muy rápido, y es aquí donde comienzo a perder fragmentos de ese día. Cosas que pasaron frente a mis ojos y que no me dí cuenta. Terminé de comer y vi que faltaba una hora para irnos. Y no me había bañado. Rápido, a bañarse. Y a vestirse. Y a preguntarles cómo me veo. Y a preguntar si ya todos están listos. Ya casi, falta que se peinen mi mamá y mamá Tere. Jesús ya se puso su traje. Emmanuel y Erica ya están listos. Rómulo está esperando también. Lula ya esta lista y me dice que trajo los cojines para la iglesia.  Su mamá también ya está lista. Pregunto si ya confirmó el taxi que nos llevará a la iglesia. Mi mamá dice que estarán ahí en cualquier momento. Los minutos pasan. Vuelvo a hacer un repaso mental de las cosas que tengo que llevar. Según yo no falta nada. Qué hacemos si no llega el taxi, pregunto. Y si hay tráfico. Aline me mata si llego tarde. El reloj sigue avanzando, el taxi no llega. Me empiezo a desesperar, no voy a llegar a tiempo. Le digo a mi mamá que nos vayamos en el primer taxi que pase, le pido a Lula los cojines y tomo las invitaciones restantes, los papeles de la iglesia y del jardín.  Bajamos a la calle a esperar el taxi que nunca llega. Veo el reloj y tomo el primer taxi que pasa. Un vochito verde, feo, no lo que habíamos planeado pero ahora lo importante es llegar. Les digo a todos que nos alcancen allá en la iglesia, que me adelanto con mi mamá y los cojines. Olvidé completamente que no saben llegar a la iglesia, no conocen el D.F. En el taxi les llamo por teléfono. Les doy algunas instrucciones y no dejo de mirar el reloj. Ahora estoy oficialmente nervioso, es más muy nervioso. Me siento tonto por haber sido tan descuidado con el tiempo. Rezo porque no pase nada, ni tráfico, ni accidentes, nada. Finalmente veo a lo lejos la iglesia y pienso: bueno, si algo pasa me bajo y corriendo llego. Ja, ja pienso, como de novela de Televisa. Finalmente llegamos a la iglesia. Los primeros que veo son a los compañeros del trabajo. Me bajo del taxi, mi mamá me sigue y mientras yo me distraigo saludando a los compañeros y presentándoselos a mi mamá, olvidamos la bolsa con los cojines y las invitaciones que no pudimos entregar y los papeles de la iglesia y del jardín en el taxi. Se pierden para siempre. Cuando estamos en la puerta de la iglesia le pregunto a mi mamá, sintiendo que la sangre se me va del rostro, “¿y los cojines?” “En el taxi” contesta. No puede ser, se nos olvidó. En ese momento todavía tenemos la esperanza de que el taxista note la bolsa y regrese a la iglesia. Nunca regresó. Se perdieron para siempre. Me siento avergonzado con Lula y su mamá por haber perdido los cojines que nos regalaron. Les explico como puedo la situación pero no hay mucho tiempo, ya empezó todo. Escucho que alguien me da instrucciones a la puerta de la iglesia, nos forman de alguna manera que no entiendo. Veo a mis suegros, a las damas de compañía, a muchos invitados. Todo mundo elegante, arreglado, feliz. Y mientras los veo no los reconozco. Se que conozco esas caras pero en ese momento no soy capaz de procesar información. Sigo de manera automática las instrucciones que me dan y veo el coche arreglado con el moño. Bueno, ya llego Aline, al menos no voy a quedar vestido y alborotado. De repente una voz me dice: “Dice Aline que no la veas, que la estás mirando”. Eh, ah si, ok. Me doy la vuelta. Ni  siquiera la había visto, sólo había mirado, sin ver, el coche. Finalmente la misma persona de las instrucciones me dice que avance despacio. Siguiéndolo. Lo hago. Mi mamá va a mi lado. No me dí cuenta de nada más. Nunca escuche la música que dicen que hubo (la famosísima marcha nupcial). Yo miraba la iglesia y pensaba, no te tropieces, camina derecho, conserva la calma, qué largo es esto, no me gusta que me miren todos como modelo en pasarela. Veo muchas caras conocidas. Sonrío a todas y al instante olvido a quién le sonreí. Finalmente me detienen y me dicen espere aquí. En ese momento volteo y, mirando hacia la puerta de la iglesia, la veo, la miro, la observo por primera vez. Ahí viene Aline. Caminando (después, en el video, veo que viene con su papá),  vestida de blanco, alta y delgada, hermosa. No tengo ojos más que para ella. Cuando llega a mi lado su papá me la entrega. Veo su rostro emocionado al borde de las lágrimas. Estamos a punto de besarnos, como siempre que nos vemos. Al momento nos detenemos dándonos cuenta de que el beso es hasta el final y, tomados de la mano, subimos al altar. Volteo a verla y le digo estás hermosa. Sus ojos tratan de contener las lágrimas. Así comienza. Muchas palabras, muchos pensamientos mientras el sacerdote habla. Futuro, pasado, presente, todo se mezcla en esos minutos sentados frente al sacerdote. Finalmente, termina la ceremonia. La magia está hecha. Algo ha cambiado entre nosotros. Unas cuantas palabras ceremoniales cambian una vida. Seguimos siendo nosotros mismos físicamente, pero ya no somos los mismos. Algo ha cambiado. Ahora somos uno en dos cuerpos. Es algo que se siente y no se puede explicar. Es algo que se vive. Es magia. Muchas fotos, muchos abrazos, más fotos, unas firmas, más fotos, más abrazos. Salimos finalmente de la iglesia y ahí están todos esperando. Nos sentimos especiales. Especiales por haber podido congregar a tantos amigos y familiares. Tantos seres queridos. Estaban ahí abajo y cuando nos ven nos aplauden, no echan burbujitas de jabón. No nos soltamos Aline y yo. Estamos en trance. Después de más fotos explico mi percance con las invitaciones y el taxi y les explicamos como llegar al jardín a los que no les tocó invitación. Nos subimos al coche. Mirándonos, mirando hacia afuera. Siento la mano de Aline y su vestido. Ella llora, está hermosa, más hermosa que nunca. Oimos afuera que los coches que pasan tocan sus bocinas para felicitarnos. Extraños que no nos conocen, pero que quizá recuerdan sus propios momentos mágicos. Finalmente llegamos a la fiesta. Como decía, la fiesta más hermosa de mi vida. Vino, buena comida, champagne, baile, amigos, familia, más abrazos.  Moverse de mesa a mesa saludando a todos los que están y que no habíamos podido saludar. Agradeciendo, sintiendo una felicidad enorme. La disfrutamos como nunca. Eso fue hace 1 año, el 25 de noviembre, y en este momento todavía puedo cerrar los ojos y volver a sentir la emoción como si estuviera pasando nuevamente. Y nuevamente me siente feliz como en ese momento