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Café

Lo confieso, soy un adicto. Mi adicción es crónica. Es más soy un caso perdido. Soy adicto al café. Y ya que andamos con las confesiones, también soy adicto al chocolate. No al que se toma (al menos no tanto) sino al que se come y entre más amargo mejor. No hay día que no tome una taza de café y no hay momento en que teniendo un chocolate a la vista no le hinque el diente. El mejor café de la ciudad, hasta ahora, es el del Jarocho de Coyoacán, y el que está junto a la librería el Sótano es el mejor de todos. Aquí en el trabajo no hay cafetera. Es más, no venden buen café en los alrededores y eso que estamos rodeados de cafecitos: Starbucks, Italian Coffe Co. y hasta unos Bisquets Bisquets de Obregón (aunque el café con leche que venden está bueno, sobre todo cuando hace frío y con una pieza de pan de acompañamiento). Por otro lado está el factor monetario. Es muy caro comprar café todos los días. Así que, para mi eterno castigo y tormento, tuve que comprar un frasco de Nescafé (NESCAFE, la herejía hecha café solubley empacada en un frasquito de 200 gr) y conformarme con tomarlo para satisfacer mi adicción. :( Ni modo, todo sea por no robar para poder mantener mi vicio. Eso sí, al llegar a la casa me desquito con un buen café del Jarocho recién hecho. Al menos hasta el día siguiente.